domingo, 20 de julio de 2008

Dictados contrarrevolucionarios

RICARDO GIL OTAIZA

¿La profesión de fe de un narrador y poeta comprometido con la inmanencia de lo metafísico?


Acercarse a un autor como Alberto Jiménez Ure (Tía Juana, Estado Zulia, 1952) no resulta nada fácil, sobre todo si se considera la inmensa carga freudiana que traen sus textos, ya sean narrativos o poéticos. En Dictados contrarrevolucionarios (Ediciones del Rectorado de la ULA, 2008), su nueva entrega, se nos presenta como un autor maduro, conocedor de los más recónditos espacios de la psique y de la vida, que intenta desmembrar, en sus elementos fundantes, a una civilización asqueada, podrida, que en su día a día vertiginoso desincorpora del hombre aquello que más lo aproxima a la humanidad: “su propia dignidad”.
Hallamos en esta nueva entrega a un poeta y a un intelectual de regreso de los caminos de la existencia, que trae consigo una inmensa carga de angustia así como jirones de esperanzas para compartir con quienes deseen escucharlo. Percibimos a un creador que intenta —¿en vano?— abrir espacios para la inteligencia, en medio de la huída de la certeza que nos regala el presente siglo. Su discurso lo acerca al narrador y ensayista judío Amos Oz, en su doloroso libro de conferencias titulado Contra el fanatismo (Siruela, 2005), cuando nos dice que los hombres contemporáneos hemos perdido las tres grandes certezas del hombre decimonónico: el saber dónde iba a vivir, que iba a hacer para vivir y adónde iría una vez que lo alcanzara la muerte. Tal vez Jiménez Ure busque de manera desesperada hallar certezas metafísicas en donde reina el más burdo caos materialista, de allí sus dolorosos enunciados poéticos a través de los cuales intenta asirse a la existencia para no perder la cordura.
En este libro (difícil de encuadrar en género literario alguno: poemario, enunciados poéticos, reflexiones metafísicas, etc.) Jiménez Ure compone una amalgama casi perfecta de lo profano y lo sagrado, de lo que está a flor de piel y lo oculto, de lo sublime y lo abyecto, y deja explícitas sus profundas convicciones filosóficas y religiosas que lo acercan a la búsqueda atávica de lo infinito y lo perfecto, de lo inmortal y trascendente (a que aspiramos todos los seres humanos), y que sólo alcanzan quienes a través de la palabra dan el salto cualitativo hacia las dimensiones inasibles y perplejas de la poesía. Hallo en este punto conexión directa con su maestro y mentor, Juan Liscano, quien anduvo largo trecho de su vida tratando de darle sentido a tanto disparate: la pérdida sincrónica de un fin ontológico a la existencia humana; de allí su desazón intelectual, de allí su dolor poético.
Frente a la infamia, Jiménez Ure se yergue con el látigo de su incisiva poética para denunciar y denunciarse. Si bien toma del maniqueísmo intelectual la eterna batalla entre el bien y el mal, se percibe en cada texto a un poeta ávido de respuestas ante sus angustias existenciales, y más que soluciones que podrían ser remedo de una moraleja decimonónica y cursi, postula sus propios valores y los coteja ante un mundo presa de miseria y de muerte.
En Dictados contrarrevolucionarios hay una posición crítica ante una serie de circunstancias políticas y sociales (que hoy laceran la piel de nuestro país y de casi toda América Latina), que hacen de nuestros días una odisea de supervivencia y de permanencia histórica; pero ello no es obstáculo para el poeta, ya que se levanta ante las arbitrariedades y las injusticias con voz potente y esgrime, con la autoridad que le confiere sus claroscuros personales y su estatura intelectual, la bandera de una existencia en la que “no (le) apuran la muerte ni los deseos carnales”, y avanza sin titubeos hacia el autoconocimiento y la realización plena.
Encontramos en este nuevo libro a un Jiménez Ure que enfrenta con gallardía lo establecido, a tal punto de que podríamos afirmar que se trata de un libro contestatario, de denuncia, de enfrentamiento contra las elites de diversa naturaleza que pretenden ser las dueñas del mundo y sus riquezas. Percibimos a un poeta victorioso, que regresa de su propia guerra interior con la versión salvífica del género humano a través del poder de la palabra. Al mismo tiempo, queda en las páginas del poemario la sensación de un mea culpa que, mas que intentar su redención como hombre y como escritor, busca exorcizar los viejos fantasmas que han pretendido atenazar su intención en prosa y poesía a patrones o lugares comunes de aberración y de locura.
Empero, Jiménez Ure se declara autor de una poesía ajena a la academia y a las normas que, cual camisas de fuerza, sujetan a la creación a posiciones y realidades artificiales que tergiversan el hecho poético. Percibimos en el poemario una fuerte carga ontológica y metafísica, que dejan al descubierto a un ser desencantado frente a su realidad, pero que está consciente de su papel civilizatorio en medio de la barbarie personal y global. Es así como a lo largo de estas páginas Jiménez Ure lanza a cada instante gritos desesperados que le sirven de catarsis frente a su contexto y, a la vez, para medir sus fuerzas físicas y espirituales, así como para intentar comprender lo incomprensible e inaudito.
No obstante, a pesar de su desencanto personal, el autor opta por la vida, por la no agresión, por una paz fundada en la esencia metafísica que nos alcanza cuando nos abrimos a ella. En contra de sus mismos deseos —quizá—, el poeta profundiza como nunca en una espiritualidad basada en un equilibrio entre el Yo interior y el hacer mundano (y lo desborda), hasta exclamar con las manos sobre las escrituras: “Que los muertos entierren a los muertos y haré el amor”, como protesta airada ante la inminencia de la guerra y sus fatales consecuencias contra el Hombre y su mundo terreno.
Dios, sexo, amor, vida y paz, lucen en boca de Jiménez Ure como valores supremos, ante los cuales cae rendido para construir a partir de ellos una propuesta de calidad, que logra trascender los aspectos meramente estilísticos para adentrarse en los sustantivo de todo texto artístico, es decir, la universalidad. Dictados contrarrevolucionarios busca —y creo que lo alcanza— descifrar lo inasible e infinito de la terrible realidad que nos circunda, para acercarnos a la luz que nos permita salir airosos del caos y la entropía de un mundo que se niega a ser vivido a través del prisma de un humanismo que podría sanar sus profundas y viejas heridas.

rigilo99@hotmail.com

1 comentario:

basyadahlmann dijo...

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