jueves, 19 de agosto de 2010

Un nuevo libro en cierne

Ricardo Gil Otaiza

Preparo un nuevo libro que lleva por título El papel contra el olvido, en el cual incluyo 64 ensayos y artículos publicados en diversos órganos divulgativos (periódicos y revistas) en el transcurso de los dos últimos años. Toma título de un texto en el que expreso mi opinión en torno a la "inminente" desaparición del libro tal y como lo conocemos, para dar paso definitivo a la página virtual. En todo caso -les adelanto- hasta ahora ningún soporte electrónico ha podido superar a la página de papel en su afán por preservar la memoria histórica y civilizatoria de la humanidad, y ello no deja de ser relevante.

lunes, 3 de mayo de 2010

Cuentos de monte y culebra

El Consejo de Publicaciones de la Universidad de los Andes editó el año pasado Cuentos de monte y culebra bajo la coordinación de Ricardo Gil Otaiza y Alirio Pérez Lo Presti. Se trata de una antología de relatos breves de autores nacidos en la provincia venezolana, o que habiendo nacido en la capital han desarrollado su obra literaria en alguna ciudad o poblado del interior de la república. La iniciativa parte como respuesta a la falsa premisa literaria de que Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra. Se incluyen en el tomo 12 relatos:

1.- Los dueños de Miguel Enrique Alonso (Caracas)
2.- En totumos de Margarita Belandria (Canaguá)
3.- Carta para un difunto de Ricardo Gil Otaiza (Mérida)
4.- El naufragio de Arturo Mora Morales (Tovar)
5.- Federico monta a un tren y conoce a los poetas muertos de Mariano Nava Contreras (Maracaibo)
6.-La guerra de zingg de Norberto José Olivar (Maracaibo)
7.-La verdadera historia de la perra caliente de Alirio Pérez Lo Presti (Mérida)
8.-No lisis, no listesis de José Pérez (El Tigre)
9.-Dos almas que en el mundo de Enrique Plata Ramírez (Maracaibo)
10.-Monólogo del ahorcado de Alberto Quero (Maracaibo)
11.-Una casa rara de Aixa Salas (Mérida)
12.-El derecho y el revés de Roger Vilain (Upata)

Sin duda se trata de una estupenda oportunidad para acercarse a diversos autores y a un amplio espectro de propuestas narrativas, que nos permiten ampliar la visión en torno a lo que en nuestro país se está haciendo en materia de literatura. La selección fue cuidada, pensando en todos los detalles y en el universo lector nacional y del extranjero. La edición quedó impecable y ya está a la venta en las librerías del pais. Para pedidos también pueden contactar al Consejo de Publicaciones de la ULA a través del 0274-2712034.

miércoles, 21 de abril de 2010

Los libros que he publicado

Hace casi veinte años incursioné en el mundo de las letras. De más está decirles que la Universidad de Los Andes (mi Universidad) ha sido un punto de apoyo invalorable porque ha creído en lo que hago. Buena parte de mi producción en materia de libros ha sido editada por esta gran institución. Estos han sido hasta ahora los libros:

"Espacio sin límite" (Novela, 1995).

"Paraíso olvidado" (Cuentos, 1996).

"Plantas usuales en la medicina popular venezolana" (Ciencia, 1997).

"Corriente profunda" (Poesía, 1998).

"Una línea indecisa" (Novela, 1999).

"Breve diccionario de plantas medicinales" (Ciencia, 1999).

"El otro lado de la pared" (Cuentos, 1999).

"La universidad como proyecto de Estado" (Estudio, 2000).

"Manual del vencedor" (Poesía, 2001).

"Hombre solitario y otros relatos" (Cuentos, 2002).

"Herbolario tradicional venezolano" (Ciencia en coautoría con Juan Carmona Arzola, 2003, 2005 y 2009).

"En el tintero Vol. I" (Artículos y ensayos, 2004).

"En el tintero Vol. II" (Artículos y ensayos, 2004).

"Ser felices por siempre" (Ensayo, 2005).

"Los libros todavía estaban allí" (Ensayos, 2006)

"Perspectivas de la educación superior en un mundo globalizado" (Estudio, 2007).

"Tulio Febres Cordero" (Biografía, 2007).

"El extraño vicio de escribir" (Ensayos, 2008).

"Cuentos de monte y culebra" (Antología en coautoría con Alirio Pérez Lo Presti, 2009).

domingo, 18 de abril de 2010

Mis nuevos libros

Queridos lectores, ya están en las librerías casi todos mis nuevos títulos:

"Breve diccionario del naturismo" (Divulgación. Los Libros de El Nacional, Caracas)

"Tulio Febres Cordero. Genio y Figura" (Ensayos. Consejo de Publicaciones de la ULA, Mérida)

"Tiempos complejos ¿Fin del método científico?" (Ensayo. Fondo Editorial de la APULA, Primer Premio de Ensayo, Mérida).

"Trilogía de espectros (Cuentos. Fondo Editorial de la APULA, Primer Premio de Cuentos, Mérida).

"Jiménez Ure ante la crítica gilotaiziana" (Ensayos. Aleph Universitaria, Mérida). En imprenta.

"Cuentos antología personal" (Cuentos. Aleph Universitaria, Mérida). En imprenta

"Universidad de Los Andes: fundación en tres actos y un epílogo" (Ensayo. Consejo de Publicaciones de la ULA, Mérida).

"La impronta intercultural como arquetipo en el mundo de Tulio Febres Cordero" (Ensayo. Consejo de Publicaciones de la ULA, Mérida).


Notas:

*Acaba de salir de la imprenta la segunda reimpresión del libro "Herbolario tradicional venezolano" en el que comparto honores con el Ing. Juan Carmona Arzola (Consejo de Publicaciones de la ULA, Mérida).

sábado, 17 de abril de 2010

La Literatura según el juicio de los intelectuales en Latinoamérica *

(Textos extraídos de los archivos del Centro de Investigaciones Literarias de la Universidad de Bogotá)

«La literatura es una de las formas de la Resistencia»
(Mempo GIARDINELLI)
«Acaso, ¿no es la Literatura la corrida de toros que algunos académicos de la Universidad de Los Andes me impidieron ver en la ciudad de Mérida»
(Jorge Luis BORGES)
«Cuando me sentí propenso a cortejar a la más hermosa de las criaturas del mundo pensé en la Literatura y, por ello, le di forma de mujer»
(Rodolfo QUINTERO NOGUERA)
«Comencé a dudar que soy físicamente perceptible cuando insistentemente los investigadores, docentes y alumnos de las universidades me preguntaban qué es la Literatura»
Camilo José CELA)
«Ante el mundo, no es la Literatura sino la más fidedigna prueba de la superioridad de la Inteligencia Humana»
(Ricardo GIL OTAIZA)
«Al Gabo Jiménez Emán, mi amigo y narrador venezolano favorito, le he dicho que supe lo que era la Literatura cuando padecí mi primer delirium tremens y vi el rostro de Baco en el apartamento que ocupaba en Caracas el poeta y diplomático ecuatoriano Luis Suardías»
(Ludovico SILVA)
«No puedo pensar que la Literatura no sea mi propio Homenaje a la Necrofilia»
(Carlos CONTRAMAESTRE)
«Qué otro asunto puede ser la Literatura sino la irreverencia de quienes estamos proscritos»
(Renato RODRÍGUEZ)
«Sólo supe lo que significa la Literatura cuando puse por primera vez un pie en el estribo»
(Víctor VALERA MORA)
«Yo soy la naturaleza, la poesía y la vida»
(Alberto José PÉREZ)
«Estoy rigurosamente persuadido que la Literatura es uno de los beberes fundamentales de cualquier ciudadano con talento»
(Luis BARRERA LINARES)
«La Literatura es el pozo séptico de la Humanidad, empero también su odorífica emanación de enmienda. No estuve el día cuando en concilio el Demonio y Pater Supremus procrearon a la palabra, pero me plegué a ese hermoso engendro de la Inteligencia Suprema»
(Alberto JIMÉNEZ URE)
«Comprendí lo que es la Literatura cuando sentí la urgencia de asumir que el mundo tiene los pies de barro»
(Salvador GARMENDIA)
«Jorge Luis Borges me confesó que hasta el día que me conoció siempre creyó equivocadamente que Él era la Literatura»
(Harold ALVARADO TENORIO)
«No fui yo sino la Cofradía Docta de las Letras, Correspondiente a la Academia Venezolana de la Lengua, quien dictaminó que nadie puede entender lo que es la Literatura sino no me ha leído»
(Gabriel JIMÉNEZ EMÁN)
«No fue dictada por mi, sino por la jauría de dioses de la Antigêdad, esa hermosa dama a la cual adhiero y que llaman Literatura»
(Juan CALZADILLA)
«En una vieja casona colonial de la Ave. 3 de la ciudad de Mérida, yo leía a Henry Miller y bebía cerveza con mi primo Jiménez Ure cuando supe que la Literatura es la Primavera Negra de la Inteligencia»
(Ennio JIMÉNEZ EMÁN)
«La Literatura es obviamente la más perniciosa de las formas de la demencia que expresan quienes padecen del Síndrome del Intelectualismo Innato»
(Alirio PÉREZ LOPRESTI)
«La Literatura es el mejor recurso de la inteligencia que hallé para mostrarle mi genialidad al mundo»
(César DÁVILA ANDRADE)
«No es tiempo de definir lo que es la Literatura, es tiempo de callar»
(Hernando TRACK)
«Si discis, I am the face of the Literature: and, sapiens eris because nihil est to me acceptius»
(J. M. BRICEÑO GUERRERO)
«La Literatura es la historia mejor contada por los animales racionales del episcopado intelectual del mundo»
(Guillermo MORÓN)
(Ver CITIES, Abril 2010)

* Texto suministrado por el escritor Alberto Jiménez Ure

lunes, 1 de febrero de 2010

El chico que leía a Borges poemas de amor

Ricardo Gil Otaiza

A Tomás Eloy Martínez, in memoriam


BEPPO, EL GATO SIAMÉS, pasaba la siesta y la noche completa sobre la colcha siempre blanca de la cama del poeta. Georgie no podía negarse a los ronroneos y amapuches de su viejo gato. Cada tarde, cuando Albertico hacía su aparición en el estrecho apartamento —que le servía de hogar y de estudio al escritor— y así ejercer su oficio de “lector de Georgie”, Beppo saltaba de la cama y salía a su encuentro para olfatearlo y decidir si podía o no entrar en la casa.

Albertico ascendía las escaleras del edificio 994, con fachada de mármol rojo en la calle Maipú de Buenos Aires, y una vez ubicado en el sexto piso, pulsaba un par de veces el timbre. Al poco rato escuchaba unos pasos inseguros acercándose a la puerta. Entonces salía Beppo a su encuentro; detrás del gato, la figura ya un tanto desgarbada de Georgie (como solía llamarlo Leonor, su madre) le estiraba una mano fofa, débil (mano de escritor, pensaba Albertico), y luego le daba la espalda como señal de que lo siguiera.

La penumbra inmovilizaba al chico por breves instantes. Poco a poco iba reconociendo el lugar, y entonces se percataba de que Georgie estaba ya sentado en el diván con la mirada ciega perdida en algún punto de un sueño lejano, impaciente por empezar con su sesión de lectura. Esa tarde, el chico decidió sorprender a Borges, y en lugar de leerle El Cuervo, de Edgar Allan Poe, que Georgie había seleccionado, comenzó a leer lentamente lo siguiente: “Señora muerte: no sea usted demasiado brusca / ni demasiado lenta. Haga su trabajo como / el fuego hace el suyo sobre el hierro en / la fragua, que destruye purificando en la / llama lo superfluo. O como el agua que canta / en la boca del ahogado”… Georgie, estupefacto, mandó detener la lectura con la mano, y se quedó largo rato pensativo, como regresando de su viaje a lo desconocido. Luego dijo: “Ese texto no es de Poe, pero me sorprende su tesitura, su suavidad, su ritmo cadencioso y exquisito. Vamos, vamos, continúa a ver si doy con el autor”. Albertico abrió el libro en otra página, y leyó: “Casi ciego. La tarde / amuralla el sonido / de antiguas puertas. Cierra / el corazón sus ojos de fresca resonancia. / Y apenas queda el tibio resplandor. / ¡Qué callado el mundo crece dentro!”. El chico miró a Georgie, y a pesar de la penumbra del recinto, pudo ver cómo de aquellos ojos ciegos, de luz amarilla, brotaban incontenibles las lágrimas.

Albertico se quedó paralizado. Intentó articular palabra, y otra vez la mano extendida de Georgie le indicó el silencio. “José Ramón Medina, venezolano. Él es el autor de estos versos” —dijo Georgie a manera de susurro, con la autoridad que le otorgaban sus años y sus muchas lecturas.

En medio del desorden de la biblioteca, Georgie impuso su propio orden. Luego de la siesta pedía que le llevaran una taza de té hasta el diván, y después daba comienzo a la tarea de revisar los libros. A veces hallaba billetes que había dejado entre sus páginas. El producto de esa selección se lo entregaba a Albertico y así ahorraban tiempo para las tareas pendientes.

Georgie solía ir de paseo con Albertico por las calles aledañas a su edificio, y a veces hasta la plaza. A mitad de camino le pedía al chico que lo llevara hasta el Hotel Dorá, bastante cercano a su edificio, y ordenaba dos copas de helado. Ambos comían en silencio hasta que Borges comenzaba a recitar poemas de Kipling, de Góngora, de San Juan de la Cruz o de Lugones, y cuando ya se perfilaba la noche, pedía la cuenta y dejaba sobre la mesa un billete doblado, seguramente atesorado dentro de algún libro.

Ya sentado en su desvaído sillón, en medio de la deliciosa penumbra de su apartamento, le pedía al chico que tomara lápiz y papel, y desde la quietud de su postura, comenzaba a dictar con lentitud cada palabra. Así, hasta que se quedaba dormido.

Leonor era la primera en despertar, ya que debido a su senectud tenía que usar la bacinilla varias veces en la madrugada. Aquella mañana Georgie despertó con sobresalto. “Algo le sucedió a Madre” —le dijo a Fany, la mucama, sollozando. “Anoche soñé con ella y en el sueño llegaba hasta mi cama a despedirse con un largo adiós”. Entraron en la habitación de Leonor y Georgie se sentó en la cama y le puso su oído sobre el pecho. Entonces comenzó a llorar desconsoladamente: “Madre ha muerto —dijo en inglés— su corazón está en silencio”. No paró de llorar durante varios días y decía en voz alta: “He quedado solo y ahora no sé qué va a ser de mi vida”.

Lentamente el ritmo de trabajo se fue restableciendo. Todas las tardes, casi en el ocaso, llegaba Albertico, ascendía lentamente las escaleras del edificio 994, con fachada de mármol rojo en la calle Maipú de Buenos Aires, y una vez ubicado en el sexto piso, pulsaba un par de veces el timbre. Como siempre, Beppo lo recibía con su hocico escrutador.

A medida que pasaba el tiempo, a Georgie le gustaba que Albertico le leyera poemas de amor. Decía sin rubor: “No te extrañés, chico, soy un pérfido y un sentimental empedernido, que después de viejo se acuerda de que existe el amor”. De inmediato se corregía: ¿Existe el amor? Ambos reían a gusto, tomaban té y comían las galletas que Fany elaboraba con esmero.

A Pygmalion (la librería favorita de Borges en la que había conocido a Albertico) llegó el sobre procedente de Canadá. Cuando Albertico lo vio sobre el mostrador, no se atrevió a abrirlo. Estaba seguro de la respuesta: su solicitud de beca había sido rechazada. Lo metió dentro de un libro que le encargara Georgie.

Esa misma tarde Albertico se enteró de la muerte de Beppo. El poeta lucía abatido, con inmensas ojeras, hundido hasta el fondo en su diván. Contrariamente a lo que supuso el chico, Georgie estaba dispuesto a trabajar. Entonces le entregó el libro. Cuando lo abrió se percató del sobre que estaba dentro. El chico le habló acerca del trámite en la universidad de Canadá, así como de la respuesta que suponía había recibido. “Che, nunca se sabe…” —susurró Georgie. El chico comenzó a leer y para su sorpresa era favorable. ¿Acaso no te alegra la noticia? —lo increpó el chico. “Ya la sabía” —respondió Georgie. Hubo entonces un largo silencio (sin que Albertico lo sospechara, de la universidad canadiense le habían escrito a Borges solicitándole referencias del aspirante. Georgie hizo redactar un informe sobre la capacidad e inteligencia de su escriba y lector).

En dos semanas Albertico tendría que partir.

Del brazo de Fany llegó Georgie al aeropuerto. Llevaba puesto un traje elegante, una corbata a rayas y un sombrero que lo hacía parecer cantante porteño. Albertico lo vio y fue corriendo a su encuentro. Sin saludarlo siquiera, abrazó a Georgie y ambos no pudieron contener las lágrimas: “¡Qué llorones nos hemos puesto!” —ironizó el poeta. “No te pongás triste, che, cuando menos lo pensés estaré conferenciando con vos en la gélida Canadá”. Albertico le prometió promocionar sus libros y su figura, y Georgie se enojó muchísimo: “Tonterías, no se te ocurra semejante dislate —dijo con la voz quebrada por la emoción—, mi persona y mi obra somos eminentemente olvidables”.

A partir del día siguiente, Georgie pidió a Fany que colgara un letrero en la puerta del edificio. A pesar de su negativa, la fiel mucama se vio obligada a hacerlo:

Se busca un chico que lea a Borges poemas de amor