domingo, 22 de marzo de 2009

El aire

RICARDO GIL OTAIZA


Hace casi dos años tuve la grata oportunidad de presentar en la ciudad de Mérida la más reciente novela de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956), titulada Baroni: un viaje (Alfaguara, 2007). En ese momento describí detalladamente, en presencia del autor, las inmensas fortalezas de un texto sobrio, decantado, urdido desde “la diversidad de planos en un mismo espacio gravitacional, alcanzando una entropía y una atomización, sólo superadas por el oficio del autor y por los deseos urgentes de contar y de entregarnos las historias”. Cayó ahora en mis manos una de sus primeras novelas, reeditada en el 2008 por la misma casa, cuyo título —El aire— no nos sugiere mucho; es más, ni siquiera nos invita a adentrarnos en sus páginas.
Con las reticencias de siempre, abordé la lectura, y de entrada me sorprendió la ausencia de acción. La novela tiene la extraña particularidad de que no nos cuenta una historia como tal; sólo describe al personaje (de apellido Barroso) y a su entorno en una especie de regodeo argumental, en el que lentamente vamos siendo testigos del “desmontaje” vital del protagonista, a partir del abandono del cual es víctima por parte de Benavente, su esposa. Esta mera “noción” le sirve de excusa al novelista para ir desgranando con engañosa frialdad la cotidianidad de Barroso, su inacción, su desgano, que muy pronto deviene en fatalismo.
Como por arte de magia, teje Chejfec su exquisita red de un solipsismo extremo, profundo, en el cual lo único que cuenta es el yo interior, lo que piensa el personaje, su vida percibida desde su propia conciencia, y nos conduce ágilmente a través de su texto sin que notemos la no existencia de una trama; cuestión supuestamente medular en toda narración de largo aliento, que busque trascender la mera exposición fotográfica de una realidad presente o figurada.
Si como nos lo dice Mario Vargas Llosa en La orgía perpetua “al convertirse en escritura la realidad se hace mentira”, en El aire la realidad sufrida por Barroso vendría a constituirse —a partir de la escritura de Chejfec— en un cruel remedo de lo cotidiano, que termina por liquidar la esperanza del retorno a un pasado idílico, o el reacomodo de un presente signado por el fracaso y la frustración, y nos sumerge inexorablemente en la negación absoluta de la redención del personaje, al perderse en su propio laberinto de inconsistencias y al caer en su disolución emocional y física.
Barroso va cayendo paulatinamente en la oscuridad, y con él su ciudad. Percibimos atónitos a un Buenos Aires que se hace fantasmal, que se desdibuja, que va retornando —por un extraño mecanismo que ignoramos— a una etapa primigenia. De pronto Barroso se percata de que ya no puede comprar con dinero, sino que en los comercios sólo reciben vidrio que es llevado por los clientes y permutado por mercancía. De igual forma, de la noche a la mañana las terrazas de los edificios se van llenando de familias pudientes y de clase media, que han perdido todo y ahora tienen que conformarse a vivir como indigentes.
Barroso y su mundo de relaciones se hace aire, se difumina en una suerte de desintegración que se hace lógica y hasta necesaria para la suerte del libro (a medida que nos adentramos en la conciencia del personaje), hasta caer abatidos por la insólita sensación de haber leído un magnífico texto, pero a la vez de no haber leído sencillamente nada.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Entrevista con el escritor Alberto Jiménez Ure

«Asocio el Nihilismo con masacres revolucionarias y me deprimo, porque en el mundo que habitamos numerosos perturbados mentales tienen, infaustamente, el Poder del Mando»

Por NÉSTOR RIVERA URDANETA (*)

Incluido en las principales antologías de cuentos que se han editado en Venezuela durante la transición de los Siglos XX-XXI, entre las cuales Narradores andinos contemporáneos [Fundarte, Caracas, 1980], El cuento en Mérida [Universidad de Los Andes, Mérida, 1985], La narrativa corta en el Zulia [Presidencia de la República, Caracas, 1987], Relatos venezolanos del Siglo XX [Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1988] Memoria y cuento [Pomaire, 1992], Recuento [ Editorial Fundarte, Caracas, 1994], Ficción mínima [Fundarte, Caracas, 1996 y El cuento breve en Venezuela, 2005].

Escritor venezolano nacido en Tía Juana [Campo Petrolero del Edo. Zulia, 1952], publicó con Monte Ávila Latinoamericana Cuentos escogidos, con la Universidad de Costa Rica Abominables y con la Editorial Alfadil de Caracas Perversos [1995, 2002, 2004, trilogía de compilaciones antológicas personales de narraciones breves]. Espera por la aparición de su antología máxima de cuentos, intitulada Absurdos. Es autor de casi una decena de novelas, entre las que destacan Aberraciones, Adeptos, Dionisia, Facia, Desahuciados, Decapitados y Escorias.

Sobre su obra se han escrito: del ensayista venezolano BÁEZ, Fernando: Aproximaciones a la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure [Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1991] Del argentino BENÍTEZ, Luis: El horror en la narrativa de Alberto Jiménez Ure [Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1996] Del venezolano LISCANO, Juan: Jiménez Ure a contracorriente [ALEPH universitaria, Universidad de Los Andes, 2008] De la costarricense MONTERO RODRÍGUEZ, Shirley:Tres visiones del discurso de la postmodernidad en Cuentos Abominables de Alberto Jiménez Ure: tiempo, espacio, erotismo y fiabilidad [ALEPH universitaria, Mérida, Venezuela, 2008] Del venezolano GIL OTAIZA, Ricardo: Jiménezure ante la crítica Gilotaiziana [ensayos, en proceso de publicación] y del venezolano PLATA RAMÍREZ, Enrique: Las fantasmagorías en Alberto Jiménez Ure [Formó parte de sus investigaciones durante la realización del Doctorado en Literatura Iberoamericana en la Universidad Complutense, Madrid. en proceso de publicación]. Tiene también volúmenes de poemas y apotegmas o aforismos [Lucubraciones, Luxfero, Revelaciones, Pensamientos profanos, Dictados contrarrevolucionarios, Epitafios, Pensamientos Dispersos, Pensamientos]


- ¿Qué te ha impulsado a plasmarte por escrito todo este tiempo?
-Desde mis días mis infantes, la praxis escritural ha sido mi único e insustituible instrumento para expresar mis bienaventuranzas y otras veces los terrores que experimento en esto que definimos existencia y de lo cual Albert Einstein dudó la víspera de su escisión. Siempre he vivido enclavado en mi modestísima fortaleza personal, sitiado por seres de otro u otros mundos que se transportan armados con catapultas y otras armas letales en heliópolis. Sus intenciones últimas conmigo todavía ignoro. Padezco, con frecuencia, «alucinaciones» e igual soy un «clariaudiente». Cualquier psiquiatra te dirá que soy un enfermo, empero no es cierto desde mi perspectiva intelectual. Sólo soy una persona con dones que pudieran ser padecimientos.
- ¿Qué mueve y arrastra tu ficción nihilista?
-El Nihilismo es una corriente filosófica. El extinto Lenin estuvo en desacuerdo con la actitud que asumieron, en su tiempo y en territorio Imperial-«Revolucionario» Soviético, quienes enfrentaban a la burguesía comunista que se había inevitablemente convertido en un influyente grupo de reaccionarios. Me inquieta que alguien piense que soy nihilista, porque el Nihilismo [del Latín nihil, «nada»] fue fundado por el alemán Friedrich H. Jacobi: ese que inspiraría a sectores de criminales durante la Revolución Francesa intelectualmente liderada por Maximilien De Robespierre. Los jacobinos, al principio aliados de Robespierre, propugnaban que se ajusticiara mediante la guillotina a los contrarrevolucionarios, pero fueron también decapitados. Sus cabezas rodaron, también la de Robespierre. Es cierto que en mis textos se advierte cierto repudio o asco hacia las acciones que cometemos los seres menos inhumanos, y que, en ocasiones, de modo explícito, he dicho que nuestra especie debe abolirse. Pero, podemos extinguirnos sin masacrarnos. Hay un sencillo método científico: la esterilidad inducida. No creo en revoluciones, en la infusión del terror en ningún país por ninguna causa o propósito. Las revoluciones jamás enmendarán ninguna injusticia u oprobio y siempre diseminarán, sin distinciones, cadáveres de culpables e inocentes. Mi nihilismo no puede vincularse a movimientos revolucionarios, sino a lo que estrictamente dicta la Lengua Sacra: a La Nada. Yo bogo por la desaparición no violenta de nuestra fracasada y cruel especie. Es imperativo, urgente, que el llamado «Agujero Negro» absorba a la materia y todo lo que implica su existencia.


- ¿Cuáles recursos literarios te permiten expresar, cómodamente, la intención nihilista de la que te hablo en la pregunta anterior?
-He sido un fervoroso estudioso de la Filosofía, Literatura y de la Lengua Española que me place perturbar mediante neologismos y violaciones de su respetabilísima morfosintaxis de ecclesia. Mis recursos devienen de tales y venerables ascendentes.
-¿Qué te aleja del planteamiento reiterativo en tu obra? ¿Te reinventas constantemente o reconoces que caminas sobre tus propios pasos? –Esto te lo digo a propósito de que, durante las décadas de los 80 y 90, se dijo que tu estilo llenó vacíos literarios en el ámbito nacional.
-Me cuento entre los escritores obsesos. Decimos y a veces nos asustamos de nuestras confesiones o de cuanto hemos develado bajo catarsis, euforia, locura […] Entonces nos alejamos mediante la escritura de obras menos corrosivas. Me ha sucedido varias veces. Redacté la novela Facia, por ejemplo, cansado de tantas perversiones que pululaban en mi mente. Y Deus [enunciados poéticos] porque vi a mi Pater Supremum y le prometí que le dedicaría un libro. No me reinvento. Pero, no es discutible que en cada uno de mis libros esté mi impronta indeleble.
¿Consideras que existen otros precursores del «Nihilismo» en el actual panorama literario venezolano?
-No yerres, no soy precursor del Nihilismo en ningún lugar. Si fuese precursor de algún asunto en materia de creación, sería de lo que califico como Difemismo Literario. Mis escritos no suelen ser odoríficos. Asocio el Nihilismo con masacres revolucionarias y me deprimo, porque en el mundo que habitamos numerosos perturbados mentales tienen, infaustamente, el Poder del Mando y quieren revivir las cruentas abominaciones de los jacobinos y robespierrianos que abatieron a tantos inocentes durante la Revolución Francesa. También vinculo el Nihilismo con los [neo] nazifascistas y stalinistas.
¿Qué quiso decir Juan Liscano al afirmar que tu obra muestra «mensajes narrativos»? ¿Es lo mismo que «construir con ideas»?
-Entre Juan Liscano y yo hubo una verdadera comunión intelectual. Aun cuando no solía admitirlo con frecuencia para no lastimar a ciertos escritores con los cuales mantuvo buen trato y amistad, a Liscano le fastidiaba la literatura frívola y carente de profundidad. Su mente necesitaba ser conmovida, una fortísima sacudida. Él halló en mis novelas y enunciados «revelaciones» que a veces elogió y en otras ocasiones deploró. Recuerdo haberle dicho lo siguiente: «Soy, intelectualmente, la verdad en la contradicción. De Abraxas, su semejante»

-Liscano también expresó que eres un «pensador nihilista disfrazado de literato». Calzadilla Arreaza aseguró que la tuya es una «literatura de la destrucción» y que, mediante una relación «caos-análisis» buscas «llevar la compleja realidad a sus mínimos elementos aleatorios para ir al encuentro de ti mismo, con marcado acercamiento a la muerte». Otros aseveran que en tu obra subyace un afán por depurarte, vindicarte mediante confesiones […]
-Poco tiempo antes de su muerte, Liscano sospechó que yo me había convertido en uno de los principales «ideólogos del satanismo» en la ciudad de Mérida. Me llamaba constantemente por teléfono, casi a la medianoche, inquieto, ofuscado por esa absurda creencia. Juan fue un intelectual cultísimo, extraordinario defensor y propulsor de mi obra literaria, pero pienso que sus miedos de procedencia religiosa comenzaron a confundirlo cuando su edad alcanzaba los 80 años. Ya leía poco y se dedicaba a prolongadas meditaciones. Quiso volverse un verdadero gnóstico, dejar de temerle a la muerte para entrar apaciblemente en ella. Me confesaba su lealtad y afecto hacia mi, su respeto por mi obra literaria, pero era comprensible que me prejuzgara. Mis libros fueron, gradualmente, transformándose en especie de armas letales para quienes se aferran ciegamente a quien también es mi Pater Supremum. Juan Liscano me dijo haber visto a Luxfero, lo cual no me produjo perplejidad porque el Demonio es uno de los toros con los cuales suelo lidiar.
-¿Es posible un futuro promisor para el Nihilismo y sus exponentes?
-Filosófica y políticamente, el Nihilismo siempre tendrá hacedores y adherentes: siempre tendrá «futuro» mientras no propugnemos la abolición científica de nuestra especie. El Nihilismo en el ámbito literario y el que trasciende a la palabra para santificar genocidios es inmanente al Ser Menos Inhumano.
-Cuando distorsionas la realidad pretendes: ¿Innovar? ¿Asquear al lector que pueda verse reflejado en tu trabajo? ¿Volcar algún malestar personal? ¿Dejar en evidencia tu talante inconformista?
-Qué pensarías de mi si pronuncio, Néstor, frases mías e inéditas como las que a continuación pronuncio: «Si no quieres ser lastimado por el maleante, tienes que parecertele» «Comete lentamente tus asesinatos o perversiones para que tenga sentido el desgaste físico y psíquico que te provocan esos actos» «Al criminal plugo dejar con vida a quien está destinado a ser su verdugo». Elige que pretendo […] Decide tu, porque yo sólo soy un escritor y jamás juez de mis reflexiones o ficciones.



-El Nihilismo es, en esencia, una profunda reflexión y crítica a los sucesos del mundo. ¿Sería, entonces, tu literatura una crónica asqueada de tu tiempo, y, por ello, una inagotable y motivadora fuente para tu producción intelectual? ¿La narración de abominaciones no acerca tu literatura a la crónica periodística?
-Yo sólo escribo ficciones y me desahogo haciéndolo. Si semejan a «La Realidad»
o la trascienden, si la exacerban o superan, no depende de mi. Dejo los juicios respecto a mi estilo literario a ustedes, a quienes me interrogan por motivos periodísticos o académicos, a los críticos literarios, a los estudiosos de la Literatura, a mis lectores. Lo que parece cierto es que estoy en el mismo lugar donde están quienes, como yo, todavía respiran. Y si soy escritor mis textos deben estar infectados de eso que entendemos como «La Realidad».
-A partir del planteamiento anterior, ¿podría hablarse de paralelismo entre «Ficción Nihilista»-«Periodismo literario»?
-Si estamos y tenemos inteligencia, semejamos. Lo semejante no es simulación de lo paralelo o reflejo: es, sin ambages, lo idéntico. Es un razonamiento que adhiero a lo que defino Razón Inmutable.

(*) Periodista egresado de la Universidad del Zulia y tesista de «Maestría en Literatura Hispanoaamericana» por la Universidad de Carabobo, Venezuela. La presente entrevista forma parte de su trabajo académico, basado en la obra literaria del escritor Alberto Jiménez Ure.

Texto suministrado por Alberto Jiménez Ure