jueves, 4 de agosto de 2011

Borges: hombre y literatura





Uno de los personajes de la literatura de todos los tiempos que mayor fascinación ejerce sobre mí es Jorge Luis Borges. Y no se trata precisamente de caer en los absolutos, como nunca lo he hecho con otros autores que también admiro, al autocalificarme de borgiano, sino de reconocer en este escritor latinoamericano una maestría y una universalidad en su obra como pocas en el ámbito de las letras de lengua española. Y como valor agregado a todo lo libresco que pueda connotar el apellido Borges, se une el hecho de una personalidad singular, exquisita, que en cada recodo de su atormentada existencia dejó caer una frase admirable, una ironía, un recuerdo, o un dato erudito, que de alguna manera marcan un antes y un después en el complejo (y a veces mezquino) mundo de la literatura hispanohablante. Acercarme a Borges ha sido en mi caso particular una verdadera escuela. Como autor he ido ensayando a lo largo del tiempo propuestas, corrientes y estilos, pero el toparme con Borges significó un punto de inflexión interesante en mi vida, que ha implicado en mi obra un aporte significativo al momento de deslastrarme de todo aquello que hace de la palabra impresa mera anécdota, sin un río de fondo que le confiera solidez y perdurabilidad en el inconciente colectivo. Me llama poderosamente la atención el halo metafísico de la propuesta borgiana, porque necesariamente conlleva implicación con lo inmanente del ser humano, así como también un punto de contacto con lo inverosímil para hacerse un todo; forma y fondo a la vez. En Borges hallamos ficción —al parecer, mera ficción—, pero al ser auscultado en su hondura deja aflorar (con extraña persistencia) laberintos, sueños, revelaciones y reiteraciones, que forman parte también de la experiencia de lo humano. Ficción por ficción es caer en la truculencia, en el vacío, en el mero espejismo que se hace forma y al mismo tiempo se desintegra en la nada. En el caso de Borges la ficción se entrecruza con la realidad al tocar con pasmosa sabiduría la médula de lo ineludiblemente fantasmal —que se hace invención y literatura en sus manos—, pero que sabemos subyace en cada uno de nosotros sin que conscientemente lo advirtamos. Logra el autor develar los intrincados mecanismos de la mente por la vía del absurdo, de lo paradójico y lo demencial, como estrategias y acicates para dejar al descubierto las costuras de una narrativa que —paradoja de paradojas— se hace autárquica y de una sola pieza en la medida en que más conocemos sus delgados hilos metafísicos y técnicos. En Borges el hombre y el literato se conjugan de manera perfecta para hacer de esa totalidad —por fortuna legada al papel y a la memoria de la humanidad—, una sola cosa. Borges es su literatura y al mismo tiempo su obra es fiel reflejo de su muy compleja y díscola personalidad. Cada poema, cada cuento, cada texto ensayístico borgiano (incluso los de su lejana juventud) reflejan en su dimensión estética y filosófica una búsqueda incansable de la perfección y del infinito, y ello se hace eterno al reconocernos todos en ese espejo de la perennidad y de la trascendencia de lo terreno. La obra de Jorge Luis Borges constituye —tal vez— una de las propuestas literarias más originales y extraordinarias en todo el ámbito de las letras universales de las últimas décadas. Esto implica para los lectores un inmenso reto —sin duda—, y para los escritores que estamos detrás una cantera inigualable de posibilidades estéticas.

2 comentarios:

Tinuviel dijo...

¿Quién podría leer a Borges y no reconocer en sí mismo un antes y un después? Deja huella, y algunas de sus metáforas no dejan de perseguirnos o acompañarnos, según se mire, toda la vida.
Recibe un afectuoso abrazo!

roger vilain dijo...

Hola Ricardo, un placer, siempre, leer tus textos. Buen blog el que llevas adelante. Te invito, cuando puedas, a visitar el mío y a leer ciertas cosillas que poco a poco cuelgo en él. Recibe otra vez mi saludo y mi palabra de amistad.