viernes, 12 de agosto de 2011

La paramnesia de intelectuales hostiles hacia El Nacional










Alberto JIMÉNEZ URE [*]

«Durante el alba de su férrea y no sacra consolidación, toda Tiranía luce infalible y extermina moral o físicamente a opositores con la ilícita ventaja que a sus jefaturales da el monopolio que ejercen sobre tropas y mercenariado institucional: pero, igual tras el ejercicio abusivo y criminal del poder, la Historia dicta que culmina decapitada por sus disociados adherentes»


Era yo uno los jóvenes admitidos por Carlos Contramaestre y Salvador Garmendia en sus convites, dos escritores que a mitad de la Década de los Años 70 tenían estrechos vínculos con el diario El Nacional: con sus más importantes comunicadores sociales, intelectuales y artistas. Durante aquellos culturalmente intensos días, se realizaban numerosos «congresos» de hacedores en las principales regiones de Venezuela. Recuerdo que, por sugerencia de Contramaestre, Guillermo Besembel y José Montenegro, viajé con ellos a Maracay donde se realizaría uno de esos «encuentros» y donde conocí a varios muy promovidos por el citado diario capitalino. Citaré algunos: Luis Brito García, Pedro León Zapata, Ángel Rama, su esposa Martha Traba, Luis Alberto Crespo, Vìctor Valera Mora, Adriano González León, Caupolicán Ovalles y Earle Herrera.
Recuerdo que Luis Brito García leyó una ponencia intitulada «La Cultura Adeca», nada incontrovertida. Minutos antes, Martha Traba me había invitado a sentarme a su lado porque le agradé. Al término del discurso de Brito García, le solicité intervenir y cuestioné que fustigase tan severamente a quienes ejercían el poder del mando mientras aceptaba que el gobierno nacional le pagara viáticos y pasajes para estar ahí. Me miró con «aires de superioridad», como solían hacerlo muchos de ellos cuando se topaban con los novísimos, para marcar distancia y reprocharnos, a la vez, nuestra comprensible iconoclasia. En el pódium, bajo una magníficamente construida y de estilo aborigen vivienda, lo flanqueaba Zapata quien le comentó algo a su amigo que mantenía fruncido su entrecejo. A Martha Traba le fascinó mi comentario, pero Contramaestre, que solía ser jefatural conmigo, me pidió platicar a solas. Reprochó mis palabras:
«-Mira que se trata de Luis Brito García –infirió-. No seas cínico con él: es un intelectual revolucionario»
Pocos años después, gracias al venerable Miguel Otero Silva, a mis admirados amigos Don Ramón J. Velásquez y Don Julio Barroeta Lara, comencé a publicar textos en la extinta Página A-4 Editorial y Crónicas de El Nacional. Fue un privilegio y una memorable experiencia para mí. En la sala de redacción de aquella vieja sede de Puerto Nuevo a Puerto Escondido, en El Silencio y «en respetuoso silencio» estuve varias veces presente cuando el notable novelista y fundador del diario, a quien todos expresábamos admiración y respeto, pronunciaba discursos que parecían «clases magistrales». Siempre vi a Earle Herrera y Luis Alberto Crespo allá, dos de los intelectuales que, junto con Luis Brito García, Juan Calzadilla, Gustavo Pereira y muchos más, hoy sufren «paramnesia» en nombre de una falaz revolución que ofende la honorabilidad de la familia Otero Castillo. Mucho y sin mesquindades los promovió El Nacional, empero, por mendrugos o espuria figuración, hoy comulgan con quienes han pisoteado la dignidad de prestigiosas mujeres venezolanas como Sofía Ímber y María Teresa Castillo.
En pláticas que suelo tener con escritores que tienen menos edad que la mía, suelo afirmar que quienes fueron auténticos revolucionarios (como Alí Primera, el poeta y gaitero Ricardo Aguirre, Argenis Rodríguez, González León, Víctor Valera Mora, Garmendia, Oscar Guaramato, Barroeta Lara, Contramaestre, Juan Nuño, Ludovico Silva, Besembel, Rincón Gutiérrez, José Ramón Medina u Otero Silva) jamás habrían inclinado la cerviz frente a lo que yo defino en un libro como la Dictadura de Ultimomundano: impuesta por una codiciosa casta cívico-militar que infausta y letalmente socava el Tesoro Público de los ciudadanos venezolanos y la institucionalidad de la república. Algunos de los intelectuales y artistas que alcanzaron fama mediante El Nacional se mantienen corajudos y firmes frente a la neo-tiranía latinoamericana en boga: Pedro León Zapata, por ejemplo, Vasco Szinetar, Ramón Hernández, Roberto Giusti, José Pulido (…) Jamás los otros, los transformados en marxfalaces y verdugos de El Nacional, habían mostrado simpatía por gobiernos militaristas, salvo su cómoda adhesión a la presunta Revolución Cubana que tanto daño ha hecho en América Latina. Durante el alba de su férrea y no sacra consolidación, toda Tiranía luce infalible y extermina moral o físicamente a opositores con la ilícita ventaja que a sus jefaturales da el monopolio que ejercen sobre tropas y mercenariado institucional: pero, igual tras el ejercicio abusivo y criminal del poder, la Historia dicta que culmina decapitada por sus disociados adherentes.
[*] UNIVERSIDAD DE LOS ANDES (jimenezure@hotmail.com/albertjure2009@gmail.com)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Imposible decirlo mejor! Muchas gracias.
Desde que aprendí a leer el periódico El Nacional estaba diariamente en mi casa. Luego, muerto ya Otero Silva empezaron a apoyar a Chávez en su campaña a la presidencia. Dejé de leer ese diario y me pasé a El Universal.